Título original: Eu cand vreau sa fluier, fluier. Nacionalidad: Rumanía, Suecia, Alemania. Director: Florin Serban (2010). Producción: Catalin Mitulescu y Daniel Mitulescu. Argumento: la obra de teatro de Andrea Valean. Guion: Catalin Mitulescu y Florian Serban. Fotografía: Marius Panduru. Diseño de producción: Ana Ioneci. Montaje: Sorin Baican y Catalin Cristutiu
Actores: George PIstereanu (Silviu), Ada Condeescu (Ana), Mihai Constantin (director de la cárcel), Clara Voda (madre)
Duración: 94 minutos; Versión original con subtítulos en español
Premio del jurado en el festival de Berlin
A Silviu sólo le quedan cinco días para salir del centro de detención juvenil. Sin embargo, cinco días se convierten en una eternidad cuando su madre regresa, tras una larga ausencia, para llevarse a su hermano pequeño. Un hermano que él crió como a un hijo. Además, se ha enamorado de una hermosa trabajadora social. Con el tiempo acabándose y sus emociones en ebullición, Silviu cierra los ojos. La libertad, el viento, la carretera, su primer beso… Cualquier cosa puede pasarle ahora.
Diez años atrás, Catalin Mitulescu, director de Cómo celebré el fin del mundo, visitó junto a la dramaturga Andrea Valean, un centro de formación de menores difíciles y, tras el impacto inicial de esa vivencia, escribió el borrador de un guión cinematográfico mientras su compañera hacía lo mismo en forma de obra teatral. Más tarde, el director Florin Serban conoció ambos textos y quedó realmente impactado por su contenido, sensación que se completó cuando él mismo acudió a visitar un correccional juvenil y pudo conocer directamente la forma de vivir allí dentro y habló con algunos de los reclusos. “Empecé a comprender que muchas de sus acciones han sido influenciadas por sus familias, su entorno y por último por nosotros, los que estamos fuera de los muros de la prisión”. De esa forma, conjugando estos antecedentes, Serban inició los preparativos de la que había de ser su primera película. Nacido en Resita (Rumanía) en 1975, hasta entonces trabajada en TV, donde era un realizador de prestigio, preparación profesional que quiso completar ingresando en el programa de cine de la universidad de Columbia, en Estados Unidos. A su regreso decidió emprender una carrera como realizador cinematográfico y así tomó forma esta película, en la que participan varios actores no profesionales, jóvenes pertenecientes al reformatorio. Comentando este título, y poniéndolo en relación con otros procedentes también de Rumanía (un país que se está mostrando especialmente dinámico en este terreno, como venimos conociendo en el cine club a través de sucesivas películas), la crítica Desirée de Fez señala que se sitúa en un interesantísimo interludio entre la crónica social y el thriller, puesto que el director utiliza “los mecanismos de este género para hurgar en la realidad a la vez que genera suspense, juega con las expectativas del espectador y empieza a diseñar escenas de acción”, asegurando, además, que “Serban desarrolla con nervio y tensión un argumento modelo: secuestro, intento de negociación y rescate. Y deja que entre las juntas del relato, se cuele una reflexión tan medida como contundente sobre las disfunciones familiares, la educación, el clasismo y, de una forma más abstracta, la justicia”. Estos son los mimbres teóricos sobre los que se engarza esta historia que viene a confirmar la notable vitalidad del cine rumano y su extraordinaria capacidad para investigar de manera directa en la realidad social de un país sometido todavía a la herencia terrible dejada por el régimen anterior mientras pugna por incorporarse en plenitud al nuevo esquema europeo al que pertenece plenamente desde hace varios años.