Título original: Manhattan. Nacionalidad: Estados Unidos. Director: Woody Allen (1979). Producción: Jack Rollins/Charles H. Joffe Productions, para United Artists. Productor: Charles H. Joffe. Guión: Woody Allen, Marshall Brickman. Fotografía: Gordon Willis. Diseño de producción: Mel Bourne. Música: George Gershwin. Actores: Woody Allen (Isaac Davis), Diane Keaton (Mary Wilke), Michael Murphy (Yale Pollack), Mariel Hemingway (Tracy), Meryl Streep (Jill Davis), Anny Byrne Hoffman (Emily Pollack), Karen Ludwig (Connie), Michel O’Donoghue (Dennis), Wallace Shawn (Jeremiah) Duración: 96 minutos Versión original con subtítulos en español Dos nominaciona al oscar 1970 (mejor guión y mejor actriz secundaria, Mariel Hemingway), premio BAFTA a la mejor películas del año; premio de la National Board of Reviewe a la mejor películas.
Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad lo tiene todo, o sea, todo lo que no desea: un trabajo odioso (escribe gags para TV), una novia a la que no quiere y una ex-esposa a la que le gustaría estrangular. Está escribiendo un libro en el que cuenta su vida íntima cuando conocer a Mary, la sexy e inteligente amante de su mejor amigo. Como es lógico, se enamora perdidamente de ella.
La legión de seguidores de Woody Allen se encuentra un tanto desanimada ante la evolución de las últimas películas del genio, y quien más quien menos considera que a medida que envejece ha ido perdiendo fuerza, imaginación, ironía y alegría, ese peculiar espíritu sardónico que impregna toda su obra. Para recuperar los ánimos y devolver la confianza a los escépticos, aquí está Manhattan, para muchos la obra cumbre, la síntesis más clara de en qué consiste el mundo alleniano y, por otra parte, considerada -Wikipedia dixit- un clásico en la historia del cine.
Manhattan tiene todo lo que hace falta para configurar una gran película (una gran obra de arte): un guión lúcido, claro y reluciente; unos diálogos ingeniosos, chispeantes, cargados de inteligencia; una imagen sobria a la vez que brillante, en luminoso blanco y negro; unos personajes creíbles, que dicen cosas atractivas, suficientes para mantener la atención sin decaer un instante; una música que embriaga de principio a fin, una auténtica antología de los sonidos de nuestro tiempo. Está desde luego, el leif-motiv preferido de Allen, el amor, las mujeres, las relaciones entre hombres y mujeres, las obsesiones (represiones) sexuales. Y, en fin, está Nueva York, el gran tema, el gran pretexto de Allen para toda su obra, aunque parezca que en los últimos años lo ha traicionado con Londres, Barcelona o Paris.
Woody Allen (Nueva York, 1935) fue un mal estudiante pero un imaginativo inventor de ideas para sobrevivir, camino por el que llegó a la publicidad, la TV, algunas revistas y el teatro. Aprendió a sacar provecho de sus gags, vendiéndolos mientras estudiaba en la universidad. A los 19 años empezó a vender sus chistes a la NBC, contrajo su primer matrimonio y empezó a ir a un psicoanalista. Actor de TV y clubs nocturnos, escribe obras teatrales y reescribe el guión de una película china, “Lilí la tigresa”. En el cine fue primero actor y luego, desde 1969, director, debutando con Toma el dinero y corre. La consagración le llegó en 1977 con el oscar a la mejor película por Annie Hall, considerada por muchos su mejor obra (oscar por cierto que no recogió: ese día tenía que tocar el clarinete en el Michael Pub’s y dijo que eso era más importante que estar en Los Ángeles), aunque otros se inclinan por Manhattan, si bien en su intensa fi lmografía hay preferencias para todos los gustos. Dotado de una innegable capacidad para el trabajo, sale a película por año, todas escritas por él mismo, si bien en los últimos tiempos ha renunciando a figurar en ellas como intérprete.
Manhattan se estrenó el 25 de abril de 1979 en 29 salas simultáneamente y pronto consiguió el favor del público americano, generalmente no muy adicto al peculiar estilo del director, que siempre ha encontrado mejor acogida en Europa. En el origen de la película está el amor de Allen por su ciudad natal, y especialmente por Manhattan y la emoción que le producía oír la música de Gershwin. Que esos mismos sentimientos podamos compartirlos este día.