Título original: Faust. Nacionalidad: Rusia. Director: Alexander Sokurov (2010). Productor: Andrey Sigle. Argumento: El libro de Yuri Arabov; basado a su vez en la obra de Johann Wolfgang Goethe. Guion: Alexander Sokurov y Marina Koreneva. Fotografía: Bruno Delbonnel. Diseño de producción: Yelena Zhukova. Música: Andrey Sigle. Montaje: Jörg Hauschild. Vestuario: Lidiya Kryukova. Actores: Johannes Zeiler (Fausto), Anton Adasinski (prestamista), Isolda Dychauk (Margarita), Georg Friedrich (Wagner), Hanna Schygulla (esposa del prestamista), Antje Lewald (madre de Margarita), Florian Brückner (Valentín)
Duración: 141 minutos
Versión original con subtítulos en español
Fausto es un hombre sabio y honrado, pero también insatisfecho con su vida. Por ello firma un pacto con Mefisto, inicialmente con un propósito noble (librar a su pueblo de una horrible epidemia), pero tentado con otros objetivos (la eterna juventud), se corrompe y ello le convierte en juguete de su maligno amigo.
Probablemente, ya no quedan muchos lectores de Goethe, menos aún entre los jóvenes, para quienes la figura del gran escritor romántico alemán puede parecer muy alejada, no solo en sus planteamientos sino también en el estilo, pero quizá casi todo el mundo identifica, aunque sea de manera esquemática, la esencia de este profundo drama que hizo furor en la época, que ha inspirado no pocos tratados filosóficos y teológicos y que, en fin, encuentra derivaciones riquísimas en los lugares más insospechados (recordemos El retrato de Dorian Gray) gracias a esa tendencia humana a pretender encontrar el filtro mágico que garantice no solo la eterna juventud sino incluso la vida eterna.
Dicho esto, seguramente sabido o conocido por gran número de los lectores de estas líneas, conviene advertir, a renglón seguido, que este Fausto de Sokurov no es en absoluto una transposición literal del personaje de Goethe sino solo el punto de inspiración para desenvolver un propósito que el director ruso viene desarrollando desde hace varios años aunque, desdichadamente, a causa de la penosa distribución cinematográfica española, no hemos podido conocer en su total dimensión.
Se trata de una tetralogía en la que Sokurov medita, a través de las imágenes, sobre la naturaleza del poder y sus perversiones, siguiendo el rastro dejado por figuras históricas reales: Molock (1999) hablaba de Hitler; Telets (2000), de Lenin; Solntse (2005), del emperador Hiro Hito que llevó a Japón a la segunda guerra mundial. Junto a esos tres personajes de vida real, el director incorpora ahora una figura ficticia, una pirueta que él mismo explica así: “La imagen simbólica de Fausto completa esta serie de grandes jugadores que perdieron la mayor apuesta de su vida. ¿Qué tiene en común Fausto con estos hombres de carne y hueso que alcanzaron el pináculo del poder? Un amor por palabras fáciles de creer y una vida diaria patológicamente desdichada. El mal es reproducible y Goethe supo formular su esencia: las personas infelices son peligrosas”.
Alexander Nikoláyevich Sokurov (Podorvija, Siberia, 1951) produjo su primer programa de TV cuando sólo tenía 19 años, iniciando así una carrera jalonada por numerosos premios. El año anterior se había graduado en Historia, en la universidad de Nizhni Nóvogorod y este dato marcará toda su trayectoria artística, en la que siempre ha procurado buscar el hilo histórico para explicar situaciones actuales. Varias de sus primeras películas fueron prohibidas por el régimen soviético, dedicándose a realizar documentales. Madre e hijo (1996) fue su primera película conocida en occidente, iniciando una larga cadena de premios y reconocimientos. De hecho, ese “descubrimiento” tuvo lugar en el festival de Locarno, pero ha sido el de Cannes (donde ha participado en cuatro ocasiones) el escenario predilecto para presentar sus obras. De su ya larga producción, el título más conocido es El arca rusa (2002), a la que probablemente se unirá en adelante este Fausto que hoy llega al cine club.