Titulo original: Reality. Director: Matteo Garrone (2012). Nacionalidad: Italia, Francia. Productores: Matteo Garrone y Domenico Procacci. Guion: Matteo Garrone, Maurizio Braucci, Ugo Chiti y Massimo Gaudioso. Fotografía: Marco Onorato. Diseño de producción: Paolo Bonfini. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Marco Spoletini Actores: Aniello Arena (Luciano), Loredana Simioli (Maria), Nando Paone (Michele), Raffaele Ferrante (Enzo), Nello Iorio (Massimone), Nunzia Schiano (tía Nunzia), Claudia Gerini (presentador), Rosaria D’Urso (tía Rosaria)
Duración: 115 minutos. Versión original con subtítulos en español
Luciano es un pescadero napolitano que complementa sus modestos ingresos montando timos a pequeña escala junto a su mujer, María. Luciano, personaje simpático y entretenido, nunca deja pasar la oportunidad de actuar para sus clientes e innumerables familiares. Un buen día, estos le convencen para presentarse a las pruebas del programa de televisión Gran Hermano. Mientras persigue su sueño, Luciano empieza a cambiar su percepción de la realidad.
Matteo Garrone (Roma, 1968) irrumpió audazmente en el panorama del cine europeo con su anterior película, Gomorra (2008), una tremenda historia sobre las andazas terribles de las organizaciones mafiosas que aún todavía hoy, en pleno siglo XXI, controlan buena parte del territorio italiano. Aquella historia, multipremiada, entre otros galardones con el de mejor película europea del año, consolidó la personalidad de su director que, hasta entonces, había mantenido una línea discreta, con títulos de escaso relumbrón: Terra di mezzo (1997), Ospiti (1998), Estate romana (2000), L’imbalsamatore (2002) y Primo amore (2003) que, sin embargo, apuntaban ya algunas notas costumbristas, de leves tonos sociales, heredados e influenciados por las corrientes neorrealistas que forman el soporte esencial del cine italiano de todos los tiempos.
Costumbrismo populista y tendencias socializadoras se encuentran también presentes en la nueva película de Matteo Garrone, centrada en los avatares de un popular programa de TV (en cierto modo, en la línea rompedora que ya trazó hace unos años Slumdog Millionaire, de Danny Boyle, estructurada igualmente a partir de la influencia de un programa- concurso) convertido en señuelo atractivo para miles de personas que ven en ese tipo de propuestas no solo la oportunidad de salir del anonimato de lo cotidiano sino también una sustanciosa vía de ingresos fáciles y rápidos.
La filosofía de Garrone, su aportación esencial a la línea argumental que nos propone, es la de considerar que, en tales tesituras, los seres humanos pierden la percepción de la realidad auténtica, sublimada por esa otra realidad (reality se llama, en el argot televisivo, a este tipo de programas) inventada por los guionistas y realizadores de manera que lo que sucede en el plató de grabaciones llega a suplantar a la otra realidad, la auténtica, la de cada día. De tal manera que la película se convierte, tras el inicial planteamiento de comedia más o menos divertida, en una tragicomedia que impulsa la presencia de situaciones grotescas, ridículas, asumidas con toda naturalidad por quienes participan en este burdo montaje.
Quizá se puede echar en cara, como ha hecho algún crítico, que Garrone no consigue perfilar del todo la denuncia por estos comportamientos, limitándose a hacer la crónica de este montaje pero sin profundizar excesivamente en la denuncia. Tenemos así, desde luego, un amplio fresco social en el que abundan las situaciones pintorescas, dentro de un planteamiento coral de amplios vuelos, un fiel reflejo de cómo se entienden estas cuestiones en la Italia berlusconiana y, por qué no decirlo, en su trasunto hispano.