Probablemente no queda nadie, con una edad razonable y, desde luego, aficionado al cine, que no haya visto alguna o todas las películas que Sergio Leone rodó en España y que sirvieron para dar origen a un actor larguirucho, poco expresivo y nada hablador, llamado Clint Eastwood, por cuya carrera futura ninguno de los críticos de entonces daba un duro.
Cincuenta años después, aquella trilogía forma parte del más firme imaginario colectivo y su intérprete principal ha pasado a ser un baluarte del cine contemporáneo, donde desempeña el impagable papel de guardián de las más finas esencias del clasicismo. Lo que pocos sabían entonces es que una de aquellas escenas míticas, el duelo final en El bueno, el feo y el malo, mientras Eastwood sostiene el reloj que marca el tiempo sonoro interpretado por la fantástica melodía escrita por Ennio Morrione, no se rodó en un escenario natural, sino en un espacio reinventado para la ocasión, una especie de “circo del destino”, como fue definido por el propio Leone. Ese lugar, un cementerio con cientos de tumbas ficticias, fue ambientado en un paraje inhóspito de Burgos, ahora recuperado por un puñado de aficionados simultáneamente a la historia, al cine y a la nostalgia.
Eso es Desenterrando Sad Hill, el trabajo que ha desarrollado Guillermo de Oliveira para seguir los pasos a una aventura que tiene mucho de sentimental, desde luego, pero que viene a ser una crónica magnífica sobre la pervivencia y vitalidad de un tiempo recuperado del pasado.
La película tiene una duración de 86 minutos y se proyectará este miércoles, día 6 de marzo en la sesión programada por el Cineclub Chaplin a las 17, 19,30 y 22 horas en la Sala Cinco de Multicines Odeón Cuenca.