Título original: The Conspirator. Nacionalidad: Estados Unidos. Director: Robert Redford (2011). Producción: Brian Peter Falk, Bill Holderman, Robert Redford, Greg Shapiro y Robert Stone. Argumento: James D. Solomon y Gregory Bernstein. Guion: James D. Solomon. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Diseño de producción: Kalina Ivanov. Música: Mark Isham. Montaje: Craig McKay Actores: James McAvoy (Frederick Aiken), Robin Wright (Mary Surratt), Kevin Kline (Edwin Stanton), Evan Rachel Wood (Anna Surratt), Danny Huston (Joseph Holt), Justin Long (Nicholas Baker), Tom Wilkinson (Johnson), Alexis Bledel (Sarah), Toby Kebbell (John Wilker), Colm Meaney (general David Hunter) Duración: 123 minutos Versión original con subtítulos en español
Tras el asesinato de Abraham Lincoln, ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al secretario de Estado. La única mujer que se encuentra entre ellos, Mary Surratt regenta una pensión donde el autor del magnicidio —John Wilkes Booth— y sus cómplices se reunieron y planearon los atentados simultáneos. El abogado Frederick Aiken, un héroe de guerra unionista de 28 años, accede a regañadientes a defender a Surratt ante un tribunal militar.
No se prodiga mucho Robert Redford en la dirección, aunque tampoco renuncia a ella y por eso comparece de manera esporádica con propuestas que siempre tienen un contenido de riesgo, un añadido de interés, resultado de una cuidadosa selección de los temas que elige para llevar a la pantalla como realizador. Poco hay que decir de su faceta de actor, suficientemente conocida y tampoco de su compromiso, directo y personal, con cuestiones de nuestro tiempo que tienen que ver con conceptos tan serios como la dignidad, la solidaridad y el respeto por los derechos humanos. Redford (Santa Mónica, 1937) se estrenó en la realización con Gente corriente (1980) y la continuó con Un lugar llamado Milagro (1988), El río de la vida (1992), Quiz Show/El dilema (1994), El hombre que susurraba a los caballos (1998) y La leyenda de Bagger Vance (2000) para volver a ponerse tras la cámara en torno a un episodio poco o nada conocido de la historia americana: la primera condena a muerte de una mujer en Estados Unidos, acusada (según todos los indicios, injustamente) de haber participado en el complot para asesinar al presidente Lincoln.
Redford no tiene inconveniente en reconocer que “me interesan las historias que la gente no conoce, sobre todo cuando están dentro de un suceso histórico que todo el mundo cree conocer”. Que es lo que pasa, justamente, con el asesinato de Abraham Lincoln, el mítico presidente americano que encabezó el movimiento de liberación de los esclavos negros, cuestión que habría de desembocar en la guerra civil. Acabado el conflicto y cuando todo el mundo esperaba iniciar un periodo de paz y conciliación, el actor John Wilkes Booth asesinó al presidente; según la versión corriente, ansioso de obtener notoriedad y popularidad. La parte ignorada de este asunto es, justamente, la del complot en que estuvieron implicados otros y que terminó por afectar, de manera indirecta, a la posadera del lugar en que se reunían. El periodista James Solomon necesitó 18 años para documentarse sobre lo que pudo haber sucedido en aquellos días dramáticos y a pesar de las enormes dificultades encontradas, consiguió finalmente elaborar un texto que, sin embargo, no encontró rápido acomodo para su traslado a la pantalla. En efecto, fuerzas políticas conservadoras encontraron que, en la especie de juicio a medida que condenó a Mary Surratt se puede encontrar un paralelismo directo con las dudosas actuaciones que el actual gobierno está llevando a cabo contra los islamistas recluidos en Guantánamo. Los abusos tras el atentado contra Lincoln se parecen mucho a estos otros abusos, cuando el poder pretende encontrar un culpable a cualquier costa.