Título original: La source des dames. Nacionalidad: Bélgica, Italia, Francia. Dirección: Radu Mihaileanu (2011). Producción: Radu Mihaileanu, Luc Besson, Denis Carot, Gaetan David, André Logie y Marie Masmonteil. Guión: Radu Mihaileanu y Alain- Michel Blanc. Fotografía: Glynn Speeckaert. Diseño de producción: Christian Niculescu. Música: Armand Amar Actores: Leïla Bekhti, Hafsia Herzi, Biyouna, Salek Bakri, Sabrina Ouazani, Hiam Abbass, Mohamed Majd Duración: 135 minutos
Versión original con subtítulos en español
En un pequeño pueblo, en algún lugar entre el norte de África y Oriente Medio, la tradición exige que las mujeres vayan a buscar el agua a la fuente que nace en lo alto de una montaña, bajo un sol ardiente. Pero un día, Leila, una joven casada, propone al resto de mujeres una huelga de amor: nada de sexo hasta que los hombres colaboren en el traslado del agua hasta la aldea.
La histórica confrontación entre hombres y mujeres ha dado lugar a varios episodios en los que, para castigar algún tipo de agravio de los primeros, el colectivo femenino recurre a castigar o reprimir lo que, según parece, es el objetivo principal de los hombres, o sea, mantener relaciones sexuales de manera continua. Visto así, el planteamiento de La fuente de las mujeres no es en exceso original, pues incide en una línea ya conocida, pero no todo queda ahí, ni mucho menos, y ese es el gran mérito de Radu Mihaileanu, un director conocido por la severidad de sus propuestas pero que aquí viene a realizar su película más amable y colorista.
Radu Mihaileanu (Bucarest, 1958) nació en el seno de una familia judía. Su padre, Mordechaï Buchman, comunista y periodista, al volver de los campos de trabajo nazis, cambió su nombre por el de Ion Mihaileanu. Con ese nuevo patrónimo, se incorpora a una compañía teatral como autor, actor y director de escena, trabaja como actor en el Teatro Yiddish de Bucarest y comienza a escribir relatos hasta que en 1980 huye de la dictadura de Ceaucescu. Pasando por Israel, se va a Francia, donde ingresa en el Instituto de Altos Estudios de la Cinematografía, en el que permanece hasta 1983 y empieza una carrera de asistente de director, trabajando entre otros con Fernando Trueba en El Sueño del mono loco, 1990), adquiriendo la experiencia necesaria para pasar a la dirección, donde debuta con Traidor (1993), a la que siguen El tren de la vida (1998), Vete y vive (2004) y El concierto (2009) antes de llega a La fuente de las mujeres. Mihaileanu es un creador minucioso, de los que piensan con detenimiento y método la obra a realizar. “Reflexiono varios meses, incluso años, antes de desarrollar un proyecto. Al cabo de un tiempo, es como si el tema me cogiese de la mano y me llevara consigo. En ese momento, suelo escribir una sinopsis de unas diez páginas y Alain-Michel Blanc, mi coguionista, y yo, empezamos a investigar”.
Esta es una de las características esenciales de su trabajo y queda patente de forma muy clara en La fuente de las mujeres, donde la anécdota argumental, con su importante carga de feminismo reivindicativo, está ambientada en un espacio geográfico del norte de África, que el equipo de producción de la película estudió a fondo, documentándose ampliamente para recoger la esencia étnica de ese lugar. Precisamente el componente ambiental, de un extraordinario colorido, basado en el conocimiento de costumbres seculares, es uno de los elementos más destacados de la película. Ya desde el comienzo se nos dice claramente que la historia es un cuento que puede encontrar vinculaciones en “Las mil y una noches” y de acuerdo con ese postulado inicial, fantasía y realidad van combinando sus ingredientes para avanzar en el relato, siempre desde una posición de simpatía hacia la intención de las mujeres, sin que se oculte en ningún momento el estado vejatorio en que la condición femenina se encuentra en casi todos los países islámicos. Pues aunque la película está tratada con benevolencia, el director no oculta en ningún momento su claro apoyo hacia las reivindicaciones de unas mujeres que se encuentran muy cerca de la modernidad.