Título original: Shlichuto shel hamamune al moshabei enosh. Nacionalidad: Israel, Alemania, Francia, Rumanía. Director: Eran Riklis (2010). Producción: Estee Yacov-Mecklberg, Elie Meirovitz,Thanassis Karathanos, Karl Baumgartner, Tudor Giurgiu y Talia Kleinhendler. Argumento: la novela de Abraham B. Yehoshua. Guion: Eran Riklis y Noah Stollman. Fotografía: Rainer Klausmann. Diseño de producción: Dan Toader y Yoel Herzberg. Música: Cyril Morin. Montaje: Tova Ascher. Versión original con subtítulos en español
Actores: Mark Ivanir (director de recursos humanos), Hurí Alfi (periodista), Noah Silver (chico), Rozina Cambos (cónsul), Julian Negulesco (vicecónsul), Bogdan Stanoevitch (ex marido).
Duración: 103 minutos
El director de recursos humanos de la mayor panadería de Jerusalén tiene problemas. Se ha separado de su esposa, se ha distanciado de su hija y está atrapado en un trabajo que odia. Cuando una empleada extranjera de la panadería muere en un atentado suicida, un diario local acusa a la empresa de falta de humanidad e indiferencia. La dueña de la panadería manda al director de Recursos Humanos a una misión para enderezar la imagen de la empresa.
Los habituales asistentes a las sesiones de nuestro Cine-Club recordarán, sin duda, una excelente película vista hace un par de temporadas, Los limoneros, una singular visión del conflicto palestino- israelí, a cuenta de una mujer que defiende con todas las fuerzas posibles su sencillo campo de limones que el ministro israelí de Defensa pretendía cercenar para mejor proteger su propia casa. El director de aquella ejemplar película, Eran Riklis, israelí de nacimiento y nacionalidad, nacido en 1954 es también el autor de esta nueva obra que también tiene que ver con aquellos martirizados territorios. Riklis trabaja en el cine desde el año 1975. Con su diploma de la National Film School, de Beaconsfi eld (Inglaterra) recién obtenido, realiza su primer largometraje On a clear day you can see Damascus (1984), thriller político basado en una historia real. Siete años más tarde filma Cup final, valorada por la crítica internacional y seleccionada para varios festivales. En 1993 realiza Zohar que resulta un inmenso suceso en Israel. Luego Vulcan junction en 1999, homenaje al rock and roll, antes de filmar La novia siria. Por otra parte ha realizado numerosos telefilms, series televisivas, spots publicitarios, documentales y cortometrajes. Sobre esta nueva propuesta de Riklin, El viaje del director de recursos humanos, una muy interesante vivisección de las interioridades del mundo israelí, Julio Rodríguez Chico ha escrito: “El carácter de road movie de la cinta es paradigmático y respeta todos los códigos del género. Es necesario el distanciamiento de la realidad más inmediata y de la rutina diaria para que el protagonista valore lo que tiene en casa, para que se redescubra a sí mismo y se decida a ser mejor. Esa reconciliación consigo mismo, a partir de lo que observa en un universo tan distinto como es el de Yulia, será fundamental para regresar con paz interior, dispuesto a retomar su vida matrimonial y familiar. Paradójicamente, es Yulia la persona más viva en ese cortejo fúnebre, y quien insufla vida a ese extravagante grupo que la acompaña: un periodista grotesco y dispuesto a amargarle la vida, un hijo rebelde y algo autista, una cónsul un poco loca y su pareja… cada cual a su manera debe aprender a vivir y ser merecedor de un nombre que no tiene en el film. Por eso, será Yulia la verdadera “encargada de recursos humanos” y quien les enseñe a tener sueños e ideales de felicidad, los mismos que la llevaron un día a emigrar a Tierra Santa, y que ahora el resto de la comitiva debe descubrir y comprender. La inmigración como problema y una sociedad que vive de la imagen, una prensa sin perspectiva ética y una situación familiar resquebrajada… conflictos que deben encontrar su solución en la humanidad perdida y que se esconde en lo más íntimo y personal del individuo. Esta es la perspectiva humanista y la intención de Eran Riklis, y ahí encuentran acomodo algunos de los símbolos y metáforas que el film contiene –como el propio pan, alimento básico y de la tierra– y esa voluntad por recoger todo el humor, costumbres y melancolía que retratan la complejidad del “alma rumana”.
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