Título original: Melancholia. Nacionalidad: Dinamarca, Suecia, Francia, Alemania, Italia. Director: Lars von Trier (2011). Producción: Zentropa Entertainments, Memfi s Films, Slot Machine, Liberator Productions, Zentropa Klön. Guion: Lars von Trier. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Dirección artística: Jette Lehmann. Montaje: Molly M. Stensgaard.
Actores: Kirsten Dunst (Justine), Charlotte Gainsbourg (Claire), Kiefer Sutherland (John), Charlotte Rampling (Gaby), John Hurt (Dexter), Alexander Skarsgård (Michael), Udo Kier (organizador de la boda), Stellan Skarsgård (Jack)
Duración: 139 minutos. Versión original con subtítulos en español
Justine y Michael dan una suntuosa fiesta para celebrar su boda en casa de la hermana de la novia y de su marido. Mientras tanto, el planeta Melancolía avanza hacia la Tierra.
A estas alturas, cualquier buen aficionado al cine sabe perfectamente quien es Lars von Trier (luego lo recordaremos, por si acaso), de manera que no cabe sorpresa alguna ante lo que cabe esperar de una de sus películas. La actual nos llega tras haber recibido las bendiciones del gran premio en el festival de Cannes (el más elitista de todos los festivales habidos en el mundo) y el clamor unánime, encantado, de la crítica, alguno de cuyos miembros ha llegado a bautizar Melancolía como “la mayor película artística de todos los tiempos”. A esa impresión contribuye el espectacular arranque, diez minutos rodados al ritmo y las sensaciones contenidas en el preludio del wagneriano “Tristán e Isolda”, una auténtica borrachera de imágenes a cámara lenta que ofrecen un apabullante desfile de incitaciones que insinúan la complejidad del drama que vendrá a continuación.
Es la manera que tiene Von Trier de exponer su idea de que estamos inmersos en un cosmos ocupado por incesantes momentos apocalípticos, pesadillas sin cuento, escenas que producen escalofríos, mientras el planeta Melancolía viene derecho hacia la Tierra, dispuesto a chocar con ella. En el centro del cósmico combate, Justine (¿es preciso recordar la obra del marqués de Sade?), ocupa la primera parte de la película, mientras que el protagonismo de la segunda pasa a su hermana Claire hasta llegar al clamoroso final. Lars von Trier es ya un habitual del Cine-Club “Chaplin”, en el que vamos viendo, una tras otra, sus películas, desde que despertó el interés de la crítica europea con su notable Europa (1991). Luego pudimos ver Bailar en la oscuridad (2000) y Dogville (2003). Nacido en Copenhague, Dinamarca (1956) estudió en el Danish Film School y consiguió sus primeros premios en el festival de Cine de Munich en los años 1981 y 1982; con “El elemento del crimen” despertó el interés de la crítica en el festival de Cannes y allí se inició una carrera de prestigio, asentada ya en títulos como Rompiendo las olas (1996) o Los idiotas (1998).
En 1995, Von Trier y otros directores daneses hicieron público un manifiesto de diez puntos al que titularon “Dogma 95” y que propugna la realización de un cine totalmente despojado de artificios que puedan distraer del elemento central de la narración, pero aquellas teorías juveniles han sido ya abandonadas, aunque en ocasiones esporádicas aún las recupera parcialmente.
Sobre el desenlace de Melancolía, Antonio José Navarro ha señalado que “nuevamente, el sentido de lo misterioso, de lo fatalista, de lo pictórico, presente en el fascinante prólogo del film, reaparece dentro del relato, centrado en cómo ambas hermanas afrontan el cataclismo final. Es un momento de gran cine, rematado por esa terrorífica y tierna escena final en la que Justine, para confortar a su sobrino Leo, construye con unos palos una cueva mágica en la que se refugian junto a su madre, cegados por la luz de Melancolía impactando en nuestra atmósfera”.
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