Nacionalidad: España. Director: Nacho Vigalondo (2011). Productores: Nahikari Ipiña y Nacho Vigalondo. Guion: Nacho Vigalondo. Fotografía: Jon D. Domínguez. Dirección artística: Idoia Esteban. Música: Jorge Magaz. Vestuario: Ana María Holgueras
Actores: Michelle Jenner (Julia), Julián Villagrán (Julio), Carlos Areces (Ángel), Raúl Cimas (Carlos), Miguel Noguera (tipo). Duración: 90 minutos
Julio y Julia no se conocen el uno al otro, pero despiertan en la misma cama después de una borrachera de la que no recuerdan nada. Él se enamora al instante; ella no. Y por si la situación no fuese lo suficientemente incómoda, Julio y Julia se dan cuenta de que un gigantesco OVNI flota sobre la ciudad.
En apariencia (sólo en apariencia) esta es una película de ciencia-ficción e incluso algunos críticos han querido encontrar en la simbología final del relato algún tipo de paralelismo con Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977), pero quizá sería en exceso reduccionista adjudicar ese único propósito al último film dirigido por el siempre original Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, Santander, 1977) pues posiblemente acertaríamos más incluyéndolo en el género de la comedia, con notables momentos para la diversión, la sonrisa e incluso la carcajada. Esta es la segunda película que dirige Vigalondo, quien empezó a estudiar Comunicación Audiovisual, pasando pronto a realizar cortometrajes (alguno bastante premiado en concursos y festivales, incluyendo una nominación al oscar por 7,35 de la mañana) participar en la escritura de guiones para programas televisivos, como «Gran Hermano», «Muchachada Nui» y «Vaya semanita», un estimulante programa del que solo han podido disfrutar los telespectadores de la cadena vasca ETB.
Dirigió también varios spots publicitarios, uno de ellos para Chesterfield y otro muy popular (“Tres en un burro”) para la empresa óptica Visionlab. Todo ello antes de acometer su primer largometraje, Los cronocrímenes (2007), ya en clave de ciencia-ficción o, si se quiere mejor, de situaciones paranormales y por la que estuvo nominado al Goya como mejor director novel. El sentido del humor, un tanto cáustico y corrosivo, que practica Vigalondo le ha producido algún disgusto, como cuando publicó algunas bromas de dudoso gusto sobre el Holocausto judío a través del blog que mantenía en «El País», con la consiguiente polémica (ya sabemos todos lo que pasa cada vez que hay chistes o comentarios sobre musulmanes o judíos) que hizo al periódico cancelar el blog e incluso una campaña de publicidad en la que participaba el director.
Sobre Extraterrestre, Vigalondo dice “asociarse a un género popular y reconocible, con unas claves que todo el mundo identifica, y jugar con ellas, es muy divertido. Más que un rasgo de estilo, para mí es un juguete consciente y muy apetecible. En cualquier caso, no quiero dar a entender que la ciencia-ficción es un peaje para llegar a otros terrenos. Cuando empecé a escribir el guión no tenía claro qué derroteros tomaría. Siento una enorme atracción por el ovni como icono de la cultura popular. Me fascinan las grabaciones de platillos volantes, de YouTube, documentos dotados de una poética involuntaria bastante interesante”. El resultado es una comedia organizada de manera sentimental a partir de la posibilidad de una invasión de seres de otros mundos con la que Nacho Vigalondo da un paso más en el afianzamiento de su posición como uno de los directores españoles más interesantes, dentro de la última generación surgida a caballo del nuevo siglo que ya ha dado la vuelta a su primera década.