Título original: Cea mai fericita fata din lume. Nacionalidad: Rumanía, Holanda. Director:Radu Jude (2009). Producción: Ada Solomon. Guion:Radu Jude y Augustina Stanciu. Fotografía:Marius Panduru. Diseño de producción: Augustina Stanciu. Montaje: Catalin Cristutiu Actores: Vasile Muraru (Sr. Fratila), Andreaa Bosneag (Delia Cristina Fratila), Violeta Haret (Sra. Fratila), Doru Catanescu (Sr. Arvunescu), Alexandru Georgescu (cliente), Diana Gheorghian, Bogdan Marhodin (Viorel)
Duración: 99 minutos
Versión original con subtítulos en español
Delia, una adolescente que vive en un pequeño pueblo de Rumanía, acaba de ganar un automóvil en un concurso de una compañía de refrescos y viaja con sus padres a Bucarest para recogerlo y participar en el rodaje del anuncio testimonial. El plan parece sencillo, pero se complica considerablemente cuando empieza la discusión sobre qué hacer con el coche nuevo: sus padres quieren venderlo; ella, en cambio, quiere quedárselo para presumir ante sus amigos.
De todos los países que integraban la antigua Europa del este (sí, la del comunismo), Rumanía es el que viene ofreciendo un mejor y más interesante nivel cinematográfico que mejora en la medida en que puede ir adaptándose a situaciones social y económicamente más cómodas, mientras que otros que en aquella época tuvieron sólido prestigio (Polonia, Hungría, la desgajada Checoslovaquia) no consiguen alcanzar aún esos parámetros. El cine rumano viene ofreciendo algunos títulos muy interesantes (varios de ellos vistos en el cineclub) dentro de unas constantes que podemos calificar como sencillez narrativa, de argumentos no demasiado comprometidos, aunque sin duda podemos recordar la magnífica e impresionante Cuatro meses, tres semanas, dos días de Cristian Mungiu proyectada en 2008. Poco a poco, esas películas van llegando a España tras pasar por festivales en los que gustan tanto a los críticos como a los espectadores, ofreciendo así retazos bastante lúcidos de cual es la situación social del país rumano.
En el repertorio de directores destacados hay que mencionar a Radu Jude (Bucarest, 1977), graduado en el Departamento de Comunicación y Dirección de cine (2003), trabajó como ayudante de dirección en varias películas, entre ellas Amen, de Costa-Gavras y La muerte del Sr. Lazarescu, de Cristi Pulu y ha dirigido varios cortometrajes, alguno de ellos premiado en el festival Sundance. Compagina su faceta de realizador de cine con la de guionista. Una de las características de esta nueva generación de cineastas es su capacidad para adaptar asuntos tomados directamente de la realidad actual del país, superando así el viejo trauma heredado del antiguo régimen, cuyas medidas de coacción impedían precisamente esa forma de ver las cosas, derivando los temas hacia cuestiones históricas, intemporales o banales. Por el contrario, como sabemos bien, el entorno está marcado por cuestiones sociales, políticas, económicas, religiosas, culturales y de todo tipo, y no sirve de nada mirar hacia otro lado. A ese mundo, o a una fracción del mundo, orienta su mirada Radu Jude en esta película, cuyo título indica ya la presencia intangible de una ironía que marcará el desarrollo progresivo de la acción. Ironía que adquiere variados matices, como los que integran el casi esperpéntico rodaje del spot publicitario que habrá de marcar el desarrollo posterior de los acontecimientos y que prosigue más tarde con la exposición de los diversos detalles que van definiendo la personalidad de los protagonistas, sin que falten observaciones sobre la naturaleza humana, que no siempre se deja llevar por pensamientos honestos y elevados, sino que con frecuencia deja paso a la mezquindad, el egoísmo y la ambición, todo ello en torno a la posesión de un coche ganado en un concurso y convertido, casi a la fuerza, en objeto de discusión familiar.