Título original: Love. Director: Michael Haneke (2012). Nacionalidad: Francia, Austria, Alemania. Productores: Margaret Menegoz, Stefan Arnd, Veit Heiduschka y Michael Katz. Guion: . Fotografía: Darius Khondji. Diseño de producción: Jean-Vincent Puzos. Montaje: Nadine Muse y Monika Willi. Vestuario: Catherine Leterrier Actores: (Georges), (Anne), (Eva), Alexandre Tharaud (Alexandre), William Shimell (Geoff), Ramón Aguirre, Rita Blanco, Laurent Cappolluto, Carole Franck, Dinara Drukarova.
Duración: 127 minutos
Versión original con subtítulos en español
Oscar 2012 a la mejor película de habla no inglesa. Festival de Cannes (2012): palma de oro a la mejor película. Premios César (2012): mejor película, mejor director. Globos de Oro (2012): mejor película de habla no inglesa. Premios del Cine Europeo (2012): mejor película, director, actor y actriz. Critics Choice Awards (2012): mejor película de habla no inglesa. Premios BAFTA (2012): mejor película extranjera y mejor actriz. Independent Spirit Awards (2012): mejor película extranjera. Círculo de Críticos de Nueva York (2012): mejor película extranjera. National Board of Review (2012): mejor película extranjera. Asociación de Críticos de Los Ángeles (2012): mejor película.
Georges y Anne son dos profesores de música clásica jubilados. Ambos han sobrepasado los ochenta años y poseen una gran cultura. Su hija también se dedica a la música y vive fuera de Francia con su familia. Un día, Anne sufre un infarto. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado. El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba.
Hay una rara unanimidad –y ya es difícil en un territorio tan tenue como quebradizo- en considerar que Amor, de Michael Haneke, no es sólo la mejor película realizada el año pasado (la lista de galardones es impresionante, hasta llegar sin discusión al oscar) sino también uno de los filmes esenciales del cine mundial durante mucho tiempo. Que esa valoración se produzca desde tantos sectores diferenciados y que incluso haya llegado hasta la alfombra roja de Los Ángeles en un año en que el reparto de premios ha sido tan aleatorio, para demostrar con ese hecho la profunda disparidad arraigada en los votantes, hablan mucho a favor de una película que abruma por la extraordinaria simplicidad, la enorme claridad, de su desarrollo narrativo. Lo que resulta aún más sorprendente, teniendo en cuenta la compleja personalidad de quien la firma. Pues, en efecto, Michael Haneke (nacido en Munich en 1942, pero nacionalizado austriaco) se encuentra en la mínima nómina de directores europeos cualificados en el terreno de la creatividad, la sorpresa y la innovación. Estudió filosofía y teatro, optando por seguir este último camino al trabajar como director en varios escenarios importantes de Stuggart, Hamburgo y Berlín, antes de radicarse en Viena. Ha trabajado para TV adaptando obras de Kafka y Roth para fi nalmente decidir incorporarse al cine, donde irrumpió en 1989 con Der siebente Kontinent. La primera película suya que llegó a España fue Funny Games (1997) a la que siguieron Código desconocido (2000) y La pianista (2001), película esta última multipremiada en Cannes además de haber obtenido el premio como mejor película europea del año, lo que significó la consagración definitiva de Haneke, ratifi cada más tarde con La cinta blanca (2009). Artista multidisciplinar, sigue trabajando alternativamente para el teatro y la TV. De hecho, el día que se entregaron los oscar se estrenaba en Madrid la versión dirigida por él de la ópera Cosi fan tutte, de Mozart. Con Amor, Haneke ha roto todos los esquemas, todos los límites y los moldes de lo ya conocido. Utilizando palabras de algunos críticos podemos decir que la película es una absoluta maravilla, una obra maestra que provoca un aluvión de emociones, sinceramente, difícil de describir con palabras. Pero a la vez hay que considerar la conveniencia de no aceptar tópicos preconcebidos de antemano: no es una historia blandengue, lloriqueante, envuelta en melancolías. Al contrario, se trata de un relato duro, sin concesiones, puesto que estamos ante dos personajes en espera de la muerte, situación en la que desnudan sus almas. Y ello provoca turbación, una conmoción interior que sacude el alma de quienes asisten estremecidos a un relato sin concesiones, ante dos personajes situados en el crepúsculo de sus vidas. El ojo inquisidor, minucioso, detallista, de Haneke sigue cada uno de los segundos de esas vidas unidas durante décadas. Ambientada casi totalmente en el piso en el que la pareja principal ha protagonizado su convivencia, el resultado fi nal producirá en el espectador la impresión de haber asistido a una experiencia única y probablemente irrepetible. Y comprenderá por qué todos la aclaman y la premian.