Nacionalidad: Argentina, España. Director: Carlos Sorin (2011). Producción: Patricia Bustamante, Juan Pablo Galli, Juan Vera y Alejandro Cacetta. Guion: Carlos Sorin. Fotografía: Julián Apezteguía. Diseño de producción: Margarita Jusid. Música: Nicolás Sorin. Montaje: MohamedRajid.
Actores: Luis Luque, Beatriz Spelzini, María Abadi, Norma Argentina
Duración: 90 minutos
Es un día muy especial para Beatriz. Por la mañana va a buscar a Luis, su marido, a la clínica neuropsiquiátrica donde ha estado internado durante los últimos meses. Luis, profesor universitario, ha estado internado a raíz de un brote psicótico inesperado y violento. El retorno a la vida cotidiana no será fácil. Recién llegados, Donatello, el gato de la casa, se eriza al ver a su amo, a quien hasta poco tiempo atrás guardaba fidelidad incondicional. Y Beatriz no parece estar adaptándose al regreso de su marido, sobre todo cuando llega la noche.
El nombre de Carlos Sorin (Buenos Aires 1944) ya no suena a nuevo gran parte de los aficionados al cine, seguidores y conocedores de buena parte de su filmografía, como ocurre en el Cine- Club Chaplin, donde varias de sus películas han ido apareciendo de manera paulatina. Y eso aunque no se haya prodigado excesivamente en la realización de películas largas, tras haber ganado en 1986 ganó el León de Oro en la Mostra de Venecia con su primera obra, La película del rey, pero en los años siguientes el trabajo de Sorin se ha orientado con preferencia hacia el ámbito de la publicidad y la televisión. Luego realizó Sonrisas de Nueva Jersey (1989) y ya en los albores del siglo XXI reanudó su dedicación al cine, poniendo ante los espectadores, de manera sucesiva Historias mínimas (2002), Bombón, el perro (2004) , El camino de San Diego (2006) y La ventana (2009) de las que la primera, la tercera y la cuarta de las citadas llegaron a nuestro Cineclub, acogidas con singular fortuna, la misma que, esperamos, acompañe esta nueva presencia de Sorin entre nosotros con una historia muy enlazada con las anteriores en su gusto por el minimalismo, los pequeños detalles, los argumentos cercanos, los personajes enriquecidos por experiencias vitales intensas.
El resumen argumental refleja con bastante precisión cual es el nudo esencial que marca la entraña de la historia, en torno a un eje utilizado como punto de referencia en bastantes situaciones literarias y cinematográficas: el del extrañamiento que suscita una persona con la que, en verdad, se han mantenido fuertes lazos de intimidad, casi siempre en el ámbito familiar pero que, en determinadas circunstancias y por factores diversos termina por convertirse en un extraño, un desconocido, alguien que no solo resulta ajeno sino, quizá, también, inquietante, alguien que no inspira confianza. De esa manera, en esa relación que aspiraba a ser íntima y deviene en lejana, surge la desconfianza y, como casi inevitable secuela, los miedos, las frustraciones. Quien está a tu lado no es la persona querida, con la que se compartieron hermosos momentos de intimidad sino, sencillamente, un completo desconocido.
Comentando la habilidad de Carlos Sorin para transmitir en forma de películas estas emociones tan personales, que llevan consigo un evidente riesgo narrativo, el crítico J.L. Álvarez Cedena escribía en Cahiers de Cinéma España: “El film funciona gracias al pulso, a pesar de ceder en algunas tentaciones propias de quien no se siente completamente cómodo con el tono de lo que está narrando (músicas que acentúan la puesta en escena o planos que buscan el sobresalto del espectador). No es el mejor título de su director ni probablemente pase a la historia del cine argentino, pero tampoco es lo pretendido. Resulta suficiente con funcionar como un ejercicio de estilo rodado con pulcritud, un artefacto bien engrasado que consigue mantener la tensión hasta el final”. Lo cual, probablemente, es ya bastante teniendo en cuenta la facilidad con que en las carteleras convencionales encontramos gato por liebre. En este caso, el gato es honesto y está expuesto con seriedad